Un nuevo y prometedor método para determinar la data de muerte

“En el futuro podríamos determinar el momento exacto de una muerte”

A raíz de los resultados del estudio publicado por el Centro de Regulación Genómica de Barcelona (España) sobre los efectos fisiológicos de la muerte en los tejidos de los órganos humanos, habló el director de la investigación, Roderic Guigó Serra, sobre las implicaciones de su trabajo.

“Cuando una persona fallece —sea por la causa que sea—, se producen cambios en la expresión de los genes de los tejidos de sus órganos. Esos cambios se pueden utilizar para predecir el momento exacto en el que el individuo murió”, explica Guigó.

Es esta, sin duda, la aplicación más interesante de los resultados del estudio, que fue publicado en febrero en la revista Nature Communications. Pero no es el único.

Guigó lo deja claro: el interés de su equipo internacional de investigadores no está en la ciencia forense.

No son científicos forenses, sino biólogos composicionales.

“Nos interesan los genomas y la forma como se codifica la información (…) Nuestro interés radica en ver hasta qué punto lo que estamos aprendiendo se puede aplicar a humanos que están vivos. Queremos entender cómo se comporta el ser humano desde un punto de vista biológico. No nos interesa la biología de la muerte. Lo que queremos es ver si estas muestras representan bien la manera como se expresan los genes en seres que todavía están vivos”, explica Guigó.

Sin embargo, a nadie se le escapa que los resultados del estudio pueden acabar por marcar un antes y un después en la biología forense. La edad del fallecido o el tiempo que ha transcurrido tras su muerte podrían determinarse de forma mucho más precisa a partir de los niveles de ARN detectados en los cadáveres.

Actualmente, con las autopsias no se puede determinar con exactitud la hora de la muerte de una persona y los forenses juegan con intervalos de cuatro horas.

“Los donantes cuyos tejidos hemos podido estudiar habían fallecido hacía menos de 24 horas, por lo que nuestro estudio se limita a esas 24 horas posteriores a la muerte”, subraya.

Lo que creen los investigadores del Centro de Regulación Genómica de Barcelona es que, durante esas 24 horas, existe “un patrón, una huella” en la manera en que los genes de los tejidos cambian y se comportan, y que ese patrón puede revelar la hora de la muerte con relativa precisión “durante las seis, siete u ocho horas [posteriores a la muerte] con un diferencia de unos 12 o 20 minutos”, detalla.

“La manera como se expresan los genes es la forma como se comportan”, explica Guigó. Revela que las células reaccionan de forma inusual tras el fallecimiento del individuo. La reacción, dice, implica que la actividad de algunos genes aumenta y que funcionan de forma más activa después de la muerte “contrariamente a lo que cabría esperar”, señala. Las células no mueren inmediatamente después de que lo hace el organismo.

Si bien la conclusión podría convertirse en un buen comienzo para un filme sobre la vida después de la muerte, el equipo de investigadores cree que eso es debido a la falta de oxígeno que experimentan las células una vez el organismo deja de respirar.

Sin embargo, las aplicaciones prácticas de los resultados del estudio dirigido por Guigó tardarán en llegar. “Lo que hemos hecho ha sido desarrollar un modelo”, explica, y añade que se hace necesaria una investigación más exhaustiva en la misma dirección. El estudio de Guigó forma parte de uno mucho más amplio, profundo e internacional sobre el genoma humano liderado por Estados Unidos.

“En nuestro caso, se ha tratado de un ejercicio más bien académico. Creo que es bastante posible que se puedan trasladar los resultados al campo de la ciencia forense, pero sería necesario saber, por ejemplo, la edad del individuo, trazar las condiciones en que se conservó el cuerpo —a bajas temperaturas el comportamiento de los genes cambia—, etc. Se debe conducir una investigación en esa dirección para que los resultados se puedan acabar aplicando al campo de la ciencia forense”, advierte.

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