Aparece en Londres el cadáver de una mujer. El análisis de ADN da resultados, pero la sospechosa ha muerto semanas antes que la víctima. ¿Cómo es posible? El científico forense Mike Silverman explica uno de los casos más extraños de su carrera.
Fue un misterio real que podría haber salido de las páginas de una novela de detectives moderna.
Una mujer había sido brutalmente asesinada en Londres y se había encontrado material biológico debajo de sus uñas, algo que indicaba que posiblemente había arañado a su agresor justo antes de morir.
Se analizó una muestra de ese material, el resultado fue comparado con la base nacional de datos británica de ADN y rápidamente se halló una correspondencia.
El problema es que este acierto identificó a una mujer que había sido asesinada tres semanas antes de la muerte de su supuesta “víctima”.
Los asesinatos habían sucedido en diferentes partes de la capital de Reino Unido y eran investigados por equipos de diferentes detectives.
Sin ninguna señal de conexión entre las dos mujeres y sin nada que sugiriera que se habían encontrado alguna vez, el escenario más “probable” era que las muestras se habían mezclado o contaminado en el único lugar obvio en el que habían estado juntas: el laboratorio forense.
Esto también resultó infructuoso, ya que los dos conjuntos de muestras nunca habían estado fuera del depósito del laboratorio al mismo tiempo.
En cualquier caso, varias semanas habían pasado entre el análisis de los primeros y los segundos trozos de uñas y había involucrado a diferentes miembros del equipo forense.
Determinado a llegar hasta el fondo del misterio, el científico decidió fijarse con más detalle cómo habían sido recolectadas las muestras y descubrió que las autopsias de los dos cuerpos habían sido realizadas en la misma morgue, aunque habían llegado allí con semanas de diferencia.
Las autopsias forenses, aquellas que se realizan en caso de asesinato o muerte sospechosa, son mucho más detalladas y completas que las autopsias estándar no criminales.
Entre otros exámenes, se toman muestras de sangre y órganos para pruebas toxicológicas, se recoge y analiza el contenido del estómago y se recortan las uñas de los dedos de las manos.
Fue revisando los registros de la morgue cuando se le ocurrió una respuesta posible.
Sucedió que el cuerpo de la primera víctima había sido mantenido en refrigeración durante varias semanas mientras la policía realizaba su investigación inicial.
Había sido removido del refrigerador para que el patólogo pudiera tomar muestras de uñas adicionales el día antes de que llegara a la morgue el cadáver de la segunda víctima.
Al día siguiente, se había usado el mismo par de tijeras para cortar las uñas de la segunda mujer.
Aunque las tijeras habían sido limpiadas, no podía dejar de preguntarse si era posible que hubiera sobrevivido a la limpieza suficiente material genético como para ser transferido a las uñas de la segunda víctima y para producir un perfil de ADN en el análisis posterior.
Empezó su carrera en ciencias forenses a finales de la década de 1970 y en aquel entonces la idea de poder identificar a alguien a partir de unas pequeñas gotas de sangre parecía de ciencia ficción.
En aquellos tiempos, raramente usaban vestimenta de protección en la escena del crimen o se preocupaban por la potencial contaminación porque simplemente no había un método para analizar material biológico que fuera más pequeño de lo que el ojo podía ver.
Hoy, todos los que ingresen a una escena del crimen deben vestir un mono de papel limpio, cobertores de zapatos y guantes ya que las técnicas de recuperación de ADN son tan sensibles que incluso rozar levemente un objeto –como el picaporte de una puerta o el mango de un cuchillo- puede dejar restos suficientes como para arrojar resultados en un análisis de ADN.
En 1997, el momento del crimen misterioso, la investigación a través del ADN tenía sólo unos pocos años y, como estaba a punto de descubrir, la tecnología estaba mejorando tan rápidamente que estaban comenzando a aparecer problemas no previstos.
Mandó a analizar las tijeras de la morgue y descubrió que no solo dos sino tres perfiles separados de ADN estaban presentes.
Investigaciones posteriores encontraron contaminación de ADN en otros varios instrumentos de la morgue, pero las únicas que iban a presentar problemas eran las tijeras para cortar uñas.
Los cuchillos de autopsia, por ejemplo, tenían restos de ADN de diferentes personas, pero dado que sus incisiones no tenían como fin recoger muestras de ADN, la contaminación no era un problema.
Inmediatamente envió una nota urgente a todos los médicos, morgues y patólogos forenses del país señalando el problema y sugiriendo que en el futuro todas las muestras de uñas se recortasen con tijeras descartables y que estas tijeras fueran incluidas en la bolsa de la evidencia junto con los trozos de uñas para confirmar que habían sido usadas una sola vez.
Es un sistema que se mantiene al día de hoy.
Fuente: BBC