El caso Dreyfus es sin duda uno de los más emocionantes procesos que la historia judicial registra, y que marcará un antes y un después en los métodos de análisis de escrituras manuscritas.
El contraespionaje francés consiguió en 1894, dentro de la embajada alemana en París, los planos del freno hidroneumático del obús de 120 mm, de reciente invención y datos importantes sobre la organización del ejército, en particular acerca de la movilización de las tropas destinadas a cubrir la frontera este francesa. Estas informaciones militares eran de gran interés para cualquier nación enemiga.
En vista de su naturaleza, esas informaciones sólo podrían haber partido de uno de los componentes del Estado Mayor del ejército francés. En el sumario instruido, las sospechas recaen sobre el capitán de artillería Alfredo Dreyfus (1859-1935), que fue detenido.
Es interesante saber que Dreyfus había nacido en Mulhouse, aunque francesa por aquel entonces, culturalmente era de clara influencia alemana.
El documento de prueba más importante que pudo esgrimirse contra él, fue el texto de una carta, escrita sin fecha ni firma, encontrada rota en trocitos en la papelera del agregado militar de dicha embajada, por aquel entonces un coronel, en la que se anunciaba a dicho individuo el envío de datos referentes a un manual de tiro de campaña, todavía en proyecto.
El documento se reconstruye mediante fotografía y posteriormente se copió a mano por expertos.
La imputación empieza a tomar cierto cuerpo, cuando aparecen los dos primeros peritos. En 1894, examinan el documento problema las siguientes personas:
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Gobert, perito del Banco de Francia.
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Bertillón, jefe del Servicio del Identidad Judicial de la Prefectura de la policía de París.
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Pelletier, del Ministerio de Bellas Artes.
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Teysonnières, grabador.
Gobert, único perito con alguna experiencia, llegó a conclusiones negativas, es decir, afirmaba que el documento no había sido escrito por Dreyfus. Tuvo que luchar contra violentas presiones hasta el extremo de que llegó a decir: “Yo había pensado al principio, que lo que buscaban era consultarme, que diera mi opinión, y yo la di. Después de darla, me di cuenta de que la determinación ya había sido tomada“.
Bertillón fue llamado después de Gobert. A pesar de su preparación elemental (no llegó a concluir lo que hoy llamaríamos Bachillerato Superior) se convirtió en el más completo policía de Francia, ocupando finalmente el alto cargo de Jefe de Seguridad Nacional. Fue el organizador del sistema de identificación antropométrico y puso las bases de la moderna policía científica.
No obstante su indiscutible autoridad como técnico-policial es preciso hacer notar, como ya hizo Crépieux-Jamin en su día con ocasión de comentar este caso, que Bertillón no era un perito calígrafo y que nunca había hecho una sola pericia de ese género.
Bertillón llegaba a las conclusiones sin reservas de que Dreyfus era el autor del documento. Hoy en día la lectura de su informe causa perplejidad pues se basa en fundamentos falsos.
Para justificar las muchas diferencias gráficas que claramente existían, recurría a argumentos tan complicados, que difícilmente podrían ser admitidos en la práctica. También se basaba en cálculos fundados en las leyes de la distribución y de la probabilidad.
Bertillón solo no responde a una pregunta: ¿Cómo son posibles tantas explicaciones complicadas y engorrosas para un mismo caso?
No consideró esa hipótesis y de ahí su gran error. Como dijo Crépieux: “Se apasionó él solo con sus invenciones delirantes“.
Pelletier, el tercer perito, examinó el documento y dijo que no era letra de Dreyfus, declarando que las igualdades eran banales, al contrario de las diferencias que sí que eran numerosas.
Teysonnières también era partidario de la autoría por parte de Dreyfus del documento. Es interesante saber que trabajó con el informe de Bertillón mientras elaboraba el suyo.
La influencia de Bertillón había sido clara, no sólo por esta circunstancia, sino también porque fue el propio Bertillón quien recomendó como perito de la causa a Teysonnières.
Bertillón invitó a una reunión en su casa a Pelletier y Teysonnières, el primero se excusó, diciendo que un perito no debería ir a casa de otro, de conclusiones opuestas en un mismo caso.
Como complemento diremos que la seriedad de Teysonnières no era muy recomendable, ya que algún tiempo después, fue condenado por haber afirmado, contra toda verdad y fundamento, que una pieza difamatoria procedía de la mano de un notario.
Aunque Dreyfus negó siempre toda participación en el repugnante delito de traición del que se le acusaba, el consejo de guerra lo declaró culpable de traición y le condenó en diciembre de 1894 a la pena de deportación con pérdida de empleo y honores militares.
En consecuencia fue degradado públicamente y conducido a la isla del Diablo en la Guayana francesa.
El desgraciado Dreyfus reclamó en vano la revisión de su causa, haciendo las más sentidas protestas de su inocencia, pero su voz no encontró eco hasta 1897.
En este año de 1897 el periódico “Le Matin” publicó una reproducción del documento problema, presentando también unas escrituras auténticas para su comparación, todo ello con la autorización del hermano de Alfredo, Mathieu. Fueron consultados los siguientes:
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Crépieux-Jamin, grafólogo francés. Considerado hoy en día el mejor grafólogo de toda la historia, pero por aquel entonces sólo empezaba a ser conocido por sus obras de Grafología.
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Gustavo Bridier, grafólogo suizo.
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Hurst de Rougemont, grafólogo de gran renombre de la época.
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Paul Moríaud, profesor de Derecho en la universidad de Ginebra y dedicado a los estudios grafotécnicos.
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Maneffe, grafólogo belga.
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Gray Bireh, doctor en derecho y perito calígrafo en Londres.
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Tomas H. Gurrin, perito del Ministerio de Finanzas y del Banco de Inglaterra.
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J. Llold Schooling, célebre grafólogo inglés.
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Carvalho, perito calígrafo oficial en Nueva York.
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Ames, importante perito calígrafo americano.
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Preyes, ilustre grafólogo y autor de un importante libro de Grafología.
Todos estos peritos concluyeron que el documento no había sido realizado por Dreyfus. Ante esta circunstancia el senador Scheurer tomó resueltamente su defensa.
Por esta época el Teniente Coronel Picquart del contraespionaje francés obtiene pruebas de que el verdadero traidor había sido el Comandante de Infantería Esterhazy. Pero el Estado Mayor francés no acepta admitir un error tan enorme y destina al ya Teniente Coronel a un punto remoto del planeta. Pero es demasiado tarde y se formula contra Esterhazy la correspondiente denuncia.
Su escritura fue examinada. De cuatro peritos, Couard, Varinard y Belhomme afirman la inocencia de Esterhazy. Havet en su informe dice que el documento problema había sido escrito por este individuo. El tribunal absolvió a Esterhazy.
En enero de 1898 Emilio Zola afirma en su famoso artículo “Yo acuso” que los peritos habían sido amenazados o sobornados. Zola se tuvo que refugiar en el extranjero para evitar la cárcel y multa con la que había sido condenado por difamación. Marcel Proust fue también uno de los más célebres partidarios de Dreyfus.
A todo esto la efervescencia producida por los incidentes que se iban sucediendo en el dramático affaire (efervescencia en la que había tomado parte el sentimiento religioso, pues hay que advertir que Dreyfus era judío), apasionaba los ánimos de tal manera que toda Francia apareció dividida entre dos bandos que se combatían con el mayor encono: dreyfusistas y antidreyfusistas.
Finalmente la confesión del ya Coronel Henry Esterhazy, declarando que él mismo había falsificado uno de los documentos que sirvieron de cargo contra el excapitán -la carta sin fecha ni firma-, produjo en el Parlamento francés, donde se leyó, un efecto inmenso. El gabinete de gobierno del primer ministro Brisson, arrastrado por el clamor público que pedía justicia, acordó la revisión de la causa. El Coronel Henry Esterhazy fue detenido y se suicidó para evitar la deshonra.
Trasladado Dreyfus a Europa, desembarcó en el puerto francés de Quiberón el 1 de julio de 1899, siendo nuevamente juzgado, esta vez en Rennes por otro consejo de guerra, que por cinco votos contra dos le volvió a declarar culpable, aunque por circunstancias atenuantes sólo le condeno a diez años de prisión, pena de la que fue indultado por el Presidente de la República Francesa.
A nadie le convenía ya este nuevo fallo y la opinión pública se empeñó en ver en este consejo de guerra una prueba transparente de la inocencia de Dreyfus y de la falta de valor de los que formaban el consejo de guerra para descubrir la ligereza con que le había condenado el tribunal anterior.
Siguió pues la campaña de los partidarios de Dreyfus con más empeño que nunca. El asunto pasó al Tribunal Supremo y éste, en 1906 anuló la sentencia, declarando en la suya que se había padecido una equivocación, si bien declaraba culpable a Esterhazy, como así confesó él mismo, y ordenaba que Dreyfus debiera ser repuesto en el goce de todos los honores de los que se le había privado injustamente.
Esta sentencia que se publicó en el Diario Oficial francés y en otros cincuenta diarios elegidos por Dreyfus, puso fin a la agitación que durante tanto tiempo había turbado la paz interior de Francia.
La sentencia se cumplió y el desgraciado Dreyfus fue rehabilitado en el mismo sitio donde estaba antes del affaire, ocupando de nuevo su posición en el escalafón, lo que le hizo ser nombrado inmediatamente comandante del ejército francés. Murió en París a la edad de 76 años.
Crépieux-Jamin dijo que una de las consecuencias del caso Dreyfus fue desacreditar la pericia caligráfica. ¿Por qué? ¿Por qué un perito no cualificado se engañó a sí mismo y persistió en su error? ¿Por qué Bertillón se improvisó como perito calígrafo?
Sin embargo hay que ver este caso desde otra óptica. El caso Dreyfus fue la llave de oro de la Pericia Caligráfica. Muchos espíritus noveles, atraídos por la especialidad se pusieron a estudiarla, aplicándole los conocimientos de otras ciencias.
Surgieron entonces serios trabajos sobre cuestiones periciales. Debido a todo esto apareció precipitadamente la obra de Persifor Frazer, que hoy ya agotado su valor técnico, sigue ejerciendo una singular fascinación por su elegancia de estilo y sus métodos un tanto utópicos de investigación.
El propio Bertillón pasó a considerar, con mayor interés, esas cuestiones y como resultado de sus estudios y observaciones, publicó su trabajo “La comparación de las escrituras”, del cual surgió su método de comparación “morfológica”.
Crépieux-Jamin hizo un libro sobre este caso “La peritación en escrituras y las lecciones del caso Dreyfus” (Ed. Masson 1907, París).
Es muy interesante analizar el comentario que realizó el famoso criminalista sueco H. Soderman a este hecho:
“Uno de los numerosos y lamentables errores de la historia del peritaje caligráfico es el que cometió Alfonso Bertillón en el caso Dreyfus. Se sabe que la acusación contra el capitán Dreyfus estaba basada principalmente en un documento, el llamado “borderau”, especie de memoria que contenía cierta cantidad de secretos militares y que se encontró en el cesto de papeles del agregado militar de embajada alemana en París. Bertillón atribuyó este documento a Dreyfus.
Juzgado a cincuenta años de distancia el informe de Bertillón nos aparece raro. Dice que la escritura era una especie de fortaleza por medio de la cual Dreyfus intentaba protegerse de la justicia detrás de la muralla de la M, se abrigada en la trinchera de la B, se cubría en el bastión de la Q y tenía su último atrincheramiento en el torreón de la K.
Los jueces militares aceptaron sus elucubraciones sin discusión y declararon al acusado culpable.
Bertillón no tenía ninguna experiencia en la investigación de escritura, probablemente era un hombre seguro de sí mismo y estaba animado de un celo patriótico intempestivo.
No insistiré aquí en los detalles de un proceso conocido, que fue político de principio a fin, con ribetes antijudíos y que terminó con la intervención de Emilio Zola con su célebre artículo “Yo acuso”, publicado en “La Aurora” en enero de 1898 y que reabriendo el proceso descubrió al culpable y rehabilitó a Dreyfus.
Probablemente Bertillón no pudo escapar al ambiente de caza de brujas que se desató durante el proceso; lo que sí está claro es que su soberbia era proverbial.
Con el paso del tiempo debemos analizar a la luz de la investigación científica los errores de Bertillón en el caso Dreyfus.
El primer error fue pasar por encima de los hechos (verdad técnica), supeditándola a una “verdad legal” conocida de antemano: la culpabilidad de Dreyfus. Faltó la objetividad pues no se ajustó con la máxima exactitud al análisis de la realidad. Tampoco fue rigurosa ni crítica, olvidando que la Pericia Caligráfica tiene por objeto, como parte de la Criminalística que es, el estudio de las escrituras desde el punto de vista físico y no desde el punto de vista psíquico”.
1 thought on “Errores históricos de la Criminalística: El Caso Dreyfus y la pericia caligráfica”
Ana García
(junio 27, 2019 - 3:47 pm)¿Sabías que en España a los peritos médicos judiciales no se les requiere tener experiencia en el caso que están analizando? ¿Y que no se requiere que sus informes estén basados en hechos demostrados o que pueden omitir pruebas relevantes para la determinación de la afectación de una enfermedad?
Como los peritajes médicos no son algo baladí y de éstos dependen las sentencias que dictan los jueces, y por lo tanto su responsabilidad es enorme (están en juego salud y justicia), propongo que:
-A los peritos que intervengan en la realización de un informe médico judicial se les requiera, no solo una visión teórica, si no también amplia experiencia práctica durante los últimos años, en todos los aspectos del diagnóstico y manejo clínico de la enfermedad o el problema.
-Todos los informes médicos judiciales deban de estar basados en hechos acreditados, como en el derecho anglosajón.
-Los informes médicos deban analizar todas las pruebas aportadas relacionadas con la enfermedad que se está tratando (de acuerdo a los protocolos médicos aceptados por las sociedades científicas), sin omitir ninguna. Así como que los peritos tengan capacidad de decisión y medios materiales para realizar nuevas pruebas necesarias para el esclarecimiento del caso.
He realizado esta petición después de ser testigo de cómo se llega a una conclusión de que no hay ningún problema omitiendo todas las pruebas específicas patológicas sin realizar ninguna otra que lo desmienta.
Me parece bien que se valore a los peritos judiciales por su independencia de las partes y su presunción de imparcialidad. Pero no menos importante es la objetividad, y a ella solo se llega con conocimientos y experiencia.
Y yo me pregunto… Si en la actualidad todos los médicos se han ido especializando para una mayor eficacia ¿Por qué los que auxilian a la justicia no, como en el siglo XIX?
Como el objetivo de un juicio es resolver un problema tomando una decisión justa que se acerque a la verdad, los temas médicos deberían ser analizados siempre por los profesionales más expertos y de acuerdo con los avances científicos y especialización (por especialistas), cada vez mayor de la medicina.
https://www.change.org/p/por-una-mejora-en-las-peritaciones-m%C3%A9dicas-judiciales
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